Mística y brío de Vietnam despiertan el interés de turistas y medios internacionales especializados en el turismo

Atravesada por diversos ríos y lagos, Hanoi despierta cada día atestada de motos y caminantes. Desde arriba, las avenidas de la capital vietnamita parecen dibujar un hormiguero, o las venas de un cuerpo presto para correr en una Olimpiada. Su estado de salud es perfecto y los cafés ayudan a prosperar los ánimos de inicio del día. El Vietnam del siglo XXI preserva innumerables herencias ancestrales, pero no ha sido inmune a la globalización que se cuela hoy en día más por internet y redes sociales, donde proliferan patrones de múltiples tipos, sobre todo ficticios.

No parece que hace poco una pandemia paralizó al país, restó colores a sus calles, limitó la movilidad y el contacto físico, alteró el prominente curso de la economía, obligó a cerrar negocios y modificar algunas políticas en función de superar los estragos de la Covid-19, una enfermedad que acá cobró la vida a unos 40 mil ciudadanos. El rápido accionar de las autoridades vietnamitas ayudó a superar la tensión de esa etapa e hizo posible la reinvención de los comercios y la apertura del turismo, en el menor tiempo posible. 

El laborioso pueblo de Vietnam renace en sus ciudades trabajando, las modifica y enriquece a cada hora. La gran mayoría de los habitantes se aferran a sus vehículos –motos, bicicletas o autos- y se empeñan en ignorar los autobuses públicos (muy baratos), que pasan vacíos cada escasos periodos de tiempo, y hasta un Metro en Hanoi, que solo usan algunos para pasear a los niños algún fin de semana; pues todavía no llega a los lugares céntricos de la metrópolis, el proyecto apenas comienza a expandirse con obras constructivas en evolución.

Los vietnamitas son muy apegados a lo suyo; incluso el pulso de la modernidad lo integran a las tradiciones y los hábitos cotidianos, como un facilitador más. Trenes, celulares, autos, motos, computadoras, aviones, cohabitan el país con pagodas, ao dai (el traje tradicional), sombreros cónicos, abanicos, triciclos, marionetas acuáticas y altares de ofrendas a los ancestros. Los pobladores cuentan en el territorio nacional con útiles aplicaciones (APP) para móviles como Grab, un equivalente a Uber pero más barato, y algunas con servicios similares a los de Amazon. De ese tipo, las favoritas del público son Lazada y Shopee, aunque no las únicas; y funcionan en varios países asiáticos pues los ejemplos ya mencionados nacieron en Singapur.

Como mismo alguna vez los mongoles –sus vecinos más al norte- levantaron todo un imperio trepados en caballos, los vietnamitas del siglo XXI adoran sus motos y van a todas partes en ellas, sea cuestión de kilómetros o de metros. En moto trasladan pedazos de casas, animales, provechos para (o de) las tiendas.

Vietnam resuena entre los países en el mundo con más motos por habitante, al salir a la calle nadie lo duda. Los caminantes precisan tenerlo en cuenta en sus recorridos porque las leyes del tránsito gozan aquí de una flexibilidad inusual y los locales presumen de una manera de manejar hábil, que les permite jugar con las velocidades y contornear cualquier objeto en movimiento. Quizás por eso las motos devienen el medio de transporte más veloz y tanto locales como turistas las prefieren de taxis.

En cada ciudad de Vietnam, los aromas anuncian solos la llegada del almuerzo o de la cena, donde sobresale el Pho (un tipo de sopa), una de las famosas comidas callejeras. Los vietnamitas parecen considerar la sopa un plato indispensable en cada comida; sin embargo, la variedad de su culinaria es amplísima, deliciosa y barata. Cuando el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, visitó Hanoi en 2016, lo invitaron a degustar el Bun Cha en un sencillo restaurante familiar llamado Bun Cha Huong Lien, ubicado en el distrito Hoan Kiem. Alimentarse y quedar satisfecho, con menos de 10 dólares, constituye una realidad común en el país indochino.

En cuestiones culinarias, uno ya no sabe dónde acaba la costumbre y comienza la pasión. Por ejemplo, fabricar fideos de arroz figura entre las tradiciones de varias aldeas y pueblos, algunos hasta muelen los granos a mano, con morteros de piedra. Muchos de los procesos conservan el encanto de lo rústico y las recetas para elaborar las sopas resultan incompatibles para los “alérgicos” a pasar tiempo en la cocina. El café helado y el café con huevo son otros dos atractivos que fascinan a los visitantes.

Particularmente en Hanoi, las luces parpadean de noche sobre edificios modernos que se alzan junto a casas de siglos anteriores y tradiciones resplandecientes a la vista. Aquí la espesura de las plantas engalana los jardines en primavera, varias cuelgan de los balcones cual cascadas de cortinas color esmeralda, con incrustaciones de terciopelos y violetas.

El verano emana vapor a toda hora, incluso en la madrugada. No importa si uno alcanza la azotea de un edificio alto, el calor lo traspasa, como mismo lo taladrará luego el frío en el invierno.

Las huellas del Art Deco sorprenden casi en cada cuadra en algunos barrios como el ecléctico distrito Hoan Kiem, de la capital, tan popular por contener un lago homónimo, asociado a una leyenda milenaria y donde hoy se reúnen los vietnamitas de todo el país para exponer sus productos, de cualquier tipo. Residentes y turistas inundan la zona del lago, cada fin de semana, aprovechando la conversión de las calles aledañas en espacios peatonales, y deseosos de encontrar novedades, propuestas raras o socializar.

Los habitantes de la capital aman sus lagos, los usan para practicar yoga, tai chi, deportes, cantar y bailar sin complejos, abstraerse del bullicio y de sus propias vidas. Recorrer el lago Hoan Kiem un fin de semana deviene una atracción imperdible, sobre todo de noche, el momento de mayor animosidad. Risas y suspiros, padres palpitantes tratando de entretener a sus criaturas, dígase niños pero también gatos o perros de disímiles razas y atiborrados de objetos de cariño.

A lo largo del lago Hoan Kiem los caminantes pueden topar distintos grupos de música, desde la producida por instrumentos tradicionales de Asia hasta la interpretada por jóvenes con pianos, violines y guitarras eléctricas de la contemporaneidad. Estos últimos suelen intercalar temas musicales de su país con otros populares de occidente, así extasían a los extranjeros con Zombie, de The Cranberries, o Can’t Take My Eyes off You, entre otras canciones de los siglo XX y XXI, pues igual son capaces de interpretar a Beyoncé, a Camila Cabello y hasta el Despacito que popularizaron los puertorriqueños Luis Fonsi y Daddy Yankee. 

La asociación del Hoan Kiem a una leyenda milenaria protagonizada por un emperador, una tortuga sagrada y una espada de los dioses que proveyó la victoria sobre el invasor chino, conceden al estanque un lugar central en la metrópolis y la historia del país; sin embargo, en la capital vietnamita hay embalses para escoger. La propia denominación de la urbe ilustra la realidad geográfica de la provincia pues “Ha” traducido al español significa curso de agua, por lo que se le asocia y de hecho en vietnamita designa al río, y “noi” equivale a la preposición “entre”. Esa imagen parece clara desde la torre Lotte Center Hanoi, con un mirador en la planta 65, a 267 metros de altura, que obsequia una vista panorámica de la urbe de 360 grados. Aquí, algunas áreas con suelo de cristal roban el aliento a los visitantes (no aptas para quienes padezcan de vértigo) y regocijan a los más valientes aficionados al “selfie” y la fotografía.

La torre Lotte Center Hanoi tiene un mirador en la planta 65, a 267 metros de altura

La torre está ubicada en una zona muy céntrica, en el barrio de Ba Dinh, al suroeste del Lago Tây (Oeste), otra joya seductora de la capital con un perímetro de 17 kilómetros en el cual sobresale la pagoda Tran Quoc, elegida entre las 16 más bellas del mundo por Daily Mail (Reino Unido), en 2017. Como atractivo adicional, el observatorio acristalado de Lotte ofrece telescopios cuya vista resulta más sugestiva de noche que de día. Al menos algunos sitiales claves, como el Mausoleo de Ho Chi Minh, se definen mejor y lucen un indudable esplendor en horario nocturno.

De los nueve ríos de la ciudad, el de mayor resonancia histórica es el Rojo, que proviene de China y ostenta un pasado temible de invasiones foráneas e inundaciones asoladoras. Sus tesoros naturales definieron el carácter agrícola y alfarero de las poblaciones asentadas en los márgenes. Vale la pena cruzar el afluente y desplazarse unos 15 kilómetros al oeste de Hanoi, para llegar al Museo de Cerámica de Bat Trang, dentro de la aldea de oficio tradicional del mismo nombre. El diseño de la instalación se inspira magistralmente en tornos de alfareros que se cruzan entre sí, recreados a gran escala. Ante tal alegoría, el ojo humano se extravía en las curvas, a la espera del asalto de unas manos gigantes, ávidas de modelar la arcilla. Semejante derroche de creatividad sugiere una reverencia a las artes plásticas y, al mismo tiempo, venera un oficio esencial en esa comunidad.

De regreso a la capital, disímiles grupos de vietnamitas escogen acampar en los parques Hoa Binh (Paz) y Thong Nhat (Reunificación), ubicados a gran distancia uno de otro. Albergan serenos lagos donde las familias, además de empinar papalotes y practicar deportes, pueden subirse a bicicletas acuáticas, con forma de cisnes, para admirarlos desde diferentes ángulos.

En los distintos lagos, la gente pesca con paciencia, como si estuvieran meditando, e intentan aplacar el calor con ventiladores portátiles apuntando a las espaldas. Algún recital de violín ameniza la estancia en ciertos espacios; mientras en otros las personas prefieren hacer ejercicios al ritmo de Michael Jackson o de un mambo, una bachata, un cha cha cha, una salsa, de manera individual o en grupos. No temen a las burlas, la salud física y espiritual se cultiva sin el menor recato.

Alrededor de los lagos casi siempre se puede encontrar turistas alegres, calles bulliciosas, espumosas jarras de cerveza, una variedad de mercados, ferias, un sinfín de ofertas gastronómicas. Eso sí, después del almuerzo muchos vietnamitas necesitan acostarse a dormir… esto no lo ha alterado la globalización, pese a un creciente interés por aprender idiomas foráneos, la proliferación de sedes de empresas extranjeras en la capital, el interés por celebrar Halloween, disfrazar hasta a las mascotas de Papá Noel (Santa Claus) en Navidad y el fanatismo de montones de adolescentes por el K-pop, incluidas las coloridas estéticas de sus intérpretes. Sí, en Hanoi gana terreno la hibridación cultural, aunque los viajeros cuentan que Ciudad Ho Chi Minh (antigua Saigón) clasifica como más cosmopolita, con bares abiertos hasta la salida del sol.

El colonialismo francés no pudo domar al paciente pueblo vietnamita, que tras derrotar al autodesignado patrono (en 1954) supo conservar lo mejor de sus huellas, apreciable, sobre todo, en varios diseños arquitectónicos, al punto de que algunos creen que Hanoi merece el apodo de “la París de Oriente”. Destacan la Catedral de San José (de estilo neogótico), la Estación del Tren, el Teatro de la Ópera de Hanoi, el Palacio Presidencial, el mercado Dong Xuan, la Torre de Agua Hang Dau, la Universidad Indochina, el puente de Long Bien (sobre el Río Rojo) y un tren que atraviesa zonas antiguas, otrora marginales de la capital, en un espacio tan estrecho que roza cientos de casas a su paso. A los vietnamitas les ha parecido normal durante más de un siglo, pero en la era de Internet y las redes sociales unos turistas “enloquecieron” con la vista, hace pocos años, y compartieron imágenes en Instagram que atrajeron a la nación indochina un aluvión de curiosos, interesados en retratarse con el ahora famoso “Train Street” de Hanoi, sin percepción ninguna del peligro.

Los habitantes de la zona no parecieron molestarse por la cantidad de intrusos. Muchos aprovecharon “las olas” de visitantes para reanimar el comercio y convirtieron los frentes de las casas en estrechas cafeterías para encadenar oportunidades de una mejor experiencia, esperar el tren degustando algún tipo de Banh mi, bebiendo cerveza Hanoi o Saigon, alguna variedad de té o café.

El Banh mi de Vietnam no tiene nada que envidiarle a McDonald’s, una marca estadounidense que aquí solo conoce el fracaso y ha tenido que reinventarse con propuestas mixtas. La intromisión de los norteamericanos en Vietnam, de 1955​ a 1975, fue devastadora para ambos pueblos. Estados Unidos había apoyado financieramente a los colonos franceses durante la Primera Guerra de Indochina (1946-1954), pero tras la derrota de los europeos y la separación de Vietnam en dos estados soberanos (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur), determinó brindar su respaldo a los dirigentes del sur en busca de impedir la realización de un referéndum, acordado para que los nacionales decidieran su reunificación o separación definitiva. Los norteamericanos temían al triunfo de la unidad. Amparados en la Doctrina Truman (contener la expansión del comunismo a nivel mundial), comenzaron a enviar recursos y, a partir de 1964, sus propias tropas a Vietnam del Sur. Así desataron un conflicto bélico que culminaría con serias consecuencias militares y psicológicas.

El Museo de Historia Militar

Las heridas de los bombardeos apenas se reconocen casi 50 años después, pues si algo no le pesa a este pueblo indochino es construir; pero los laberintos bajo tierra que emplearon como morada y teatro de operaciones para enfrentar la guerra siguen ahí, a modo de recordatorio del poder de un pueblo dispuesto a sacrificarlo todo por la libertad, por el derecho a pensar con autodeterminación. La maqueta de los túneles subterráneos de Cu Chi, concebidos a lo largo de 200 kilómetros con tres pisos de profundidad, sobrecoge en el Museo de Historia Militar, en Hanoi; mas estremece al viajero si los confronta en vivo en Ciudad Ho Chi Minh, el otro núcleo de relevancia económica en el país, a 1760 kilómetros de la capital, aproximadamente.

Tales pasillos subterráneos no pueden recorrerse de otra manera que no sea en posición encorvada y se construyeron con exactitud científica para mantener la ventilación y resistir el poder destructivo de las armas pesadas. Los cuerpos de la mayoría de los extranjeros no caben por los pasos. Las dimensiones de las escotillas hablan solas de las complexiones físicas de quienes debían transitar los diseños de memoria, día a día, guiados por la humedad de las raíces de los árboles o por el sentido de las hormigas. Equivocarse en el trayecto podía costar la vida.

Con el apoyo de algunas instituciones foráneas, Vietnam aun despliega acciones para mitigar las consecuencias de esa guerra, tanto para el medio ambiente como para sus pobladores. Se estima que más del 18 por ciento de la superficie total del país posee tierras contaminadas, con unas 800 mil toneladas de minas remanentes.  La desactivación de artefactos explosivos resulta una labor todavía cotidiana en un país que ha sobrevivido épocas muy duras, tras las cuales ha sabido encontrar el desarrollo y la prosperidad. Quienes llegan aquí lo reconocen y admiran; el pasado late en pagodas, museos, templos, restaurantes, pero con un halo de paz, modernidad y enigma; pues el occidental siempre presiente que algo se le escapa, la comprensión rehúye de ser absoluta.

Hoy, el país se alza entre los principales exportadores de arroz del mundo y como segundo exportador de café en el planeta, detrás de Brasil.

El Museo de Historia Militar de Vietnam muestra además los artefactos de lucha empleados por los nativos de estas tierras en distintas épocas, ninguna con grandes proporciones, acorde a la estatura promedio de las personas. Maravilla la convivencia de flechas, cuchillos y espadas con las armas modernas del siglo XX, los vietnamitas nunca renunciaron a la herencia… al contrario, emplearon la inteligencia en favor de asimilar lo nuevo útil. Esto igual es comprobable en la agricultura; pues si bien todavía siembran arroz como los primeros habitantes de estas tierras, aprendieron a cultivar el café introducido por los colonos franceses y los efectos significan un triunfo. Hoy, el país se alza entre los principales exportadores de arroz del mundo y como segundo exportador de café en el planeta, detrás de Brasil.

A solo unos pasos del Museo de Historia Militar quedan los restos de la Ciudadela Imperial de Thang Long (Dragón Ascendente), antiguo nombre de Hanoi durante ocho siglos, con una curiosa colección de artefactos arqueológicos y obras de excavación en marcha. Muy cerca de la ubicación, emergen el Museo Nacional de Bellas Artes y el Templo de la Literatura (dedicado al eminente pensador chino Confucio), la primera universidad que existió en Vietnam y un lugar a donde multitudes de estudiantes de todo el país acuden a rezar por la buena suerte en sus exámenes.

Sumergirse en el casco antiguo atesora el encanto de un viaje al pasado, con calles cual telaraña, exuberancia de aromas, comercios y ruidos. Mientras, en otro extremo de la ciudad, el Museo de Etnología, dependiente de la Academia de Ciencias Sociales de Vietnam, exhibe testimonios reales y recreados de las 54 etnias que componen al país indochino, siendo mayoritaria la Viet (igualmente denominada Kinh), a la cual pertenece más del 80 por ciento de la población; por tanto, al resto de los grupos se les reconoce como minorías étnicas.

Para quienes deseen reflexionar sobre la historia reciente de la nación con forma de S, la visita a la prisión Hoa Lo debería ser obligatoria. Fue construida a fines del siglo XIX por los colonos franceses, en pleno centro de Hanoi, como cárcel para presos políticos y con el nombre de “Maison Central”. Allí se torturaron a montones de hombres y mujeres solo por profesar el ideario comunista y desear la independencia de su pueblo. Las féminas sin apoyo familiar debían convivir con sus propios hijos al margen de los grilletes, se cuenta que les cedían sus miserables raciones de comida y que el efecto de tanta hambruna les alteraba el periodo menstrual, entre otros ciclos de la naturaleza. Quienes sobrevivieron ese régimen carcelario lo hicieron en condiciones infrahumanas.

En la actualidad, las celdas del hoy museo se mantienen pintadas del mismo color de entonces: negro, para aniquilar la psiquis de los prisioneros. De vietnamita a español, Hoa Lo significa “horno al fuego vivo”, los franceses incluso introdujeron allí la terrorífica guillotina, para cortar las cabezas de los enemigos del colonialismo.

Tras sobrevivir la ocupación japonesa durante la segunda Guerra Mundial y dejar en el pasado el sistema colonialista, la independencia de Vietnam encaró a un nuevo enemigo. La prisión Hoa Lo pasó a albergar (de 1963 a 1975) a los prisioneros de guerra estadounidenses, quienes obtuvieron tan buen trato en el lugar que confirieron a la instalación el irónico nombre de “Hanoi Hilton”. Allí, además de recibir tratamiento médico, podían practicar deportes, fumar, escribir y rezar en una capilla.

Fotos de la época muestran a los norteamericanos jugando billar, ajedrez, fútbol y basketball, en el patio de la prisión, siendo atendidos por galenos y todos con buen cuerpo y semblante. El preso más famoso se llamó John McCain, quien años después sería conocido como senador y candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. En octubre de 1967, su avión cayó derribado por un misil antiaéreo y el joven piloto se lanzó herido en paracaídas al lago Truc Bach, donde residentes locales lo rescataron. Décadas después, el político decidió regresar a esta capital para agradecer el cuidado y respeto a su integridad física.

El lago Truc Bach

Las instantáneas de la época demuestran el papel valiosísimo de la mujer vietnamita en esta guerra. Varios de los aviones derribados constituyeron logros de equipos de artilleras. A la vez, exponen los refugios en plena calle, la preparación del pueblo para enfrentar los bombardeos, un proceso que incluía la elaboración de los tradicionales sombreros cónicos de bambú, recomendados para proteger las cabezas de las peligrosas salpicaduras durante los estallidos. El pueblo vietnamita luchó con toda su alma y conocimiento ancestral.

Vietnam no solo venció a Estados Unidos, después tuvo que derrotar a la hambruna, el analfabetismo, los bloqueos, el subdesarrollo. Supo perdonar, admirar, honrar y adaptarse a los tiempos y los designios de su pueblo. Emprendió caminos de renovación que volcaron en sus calles prosperidad y esperanza. Esas decisiones ahora marcan la impronta del desarrollo futuro y permitieron eludir el duro periodo de la pandemia de la Covid-19, sin los lastres económicos que padecen aun otras naciones.

Con razón los turistas creen encontrar aquí una especie de paraíso, con ferias abarrotadas de productos con las tres B que tanto le importan a muchos viajeros: Buenos, Bonitos y Baratos. Prominentes revistas de turismo de Canadá, Reino Unido, Australia y Estados Unidos, sugieren a Vietnam entre los mejores destinos en el planeta.

Buen trato y comidas deliciosas se combinan con recorridos turísticos (tours) encantadores que proponen, desde navegar la Bahía de Ha Long -escogida como escenario de múltiples películas- hasta su similar en la tierra: la provincia de Ninh Binh; así lo acredita la revista estadounidense Forbes, y esta reportera concuerda. Igualmente, los tours invitan a conocer Phu Quoc, bautizada como la “isla de perla”; o las atracciones de la provincia de Sapa, donde se puede escalar la montaña más alta de la península de Indochina, Fansipán, con una altura de 3 mil 143 metros sobre el nivel del mar, dentro de la cordillera Hoang Lien Son. Un teleférico ubicado allí facilita la vista de las terrazas de arroz en el valle de Muong Hoa, entre varias perspectivas que esbozan paisajes de cine.

En esta nación asiática, los sombreros cónicos todavía forman parte de la cotidianidad y, en los días de conmemoraciones o cuando simplemente se quiere lucir elegante, las mujeres eligen vestir el traje tradicional, Ao Dai, capaz de hacer suspirar a los diseñadores de otros continentes. Este pueblo sabe usar sus fortalezas con orgullo, las ha entretejido con la modernidad sin el menor problema. Cualquiera puede apreciarlo en las fotografías.

Por cierto, la afición a retratarse, en Vietnam, ya no tiene edad y las redes sociales se encargan solas de multiplicar las vistas. Pero lejos de las imágenes de este país que hace más de cinco décadas recorrieron el mundo, denunciando destrucción y tristeza, las fotos del presente ilustran a la perfección sus antónimos, reforzados con tres fuerzas supremas: Paz, Amor y Esperanza. El impulso arrollador del desarrollo y las claras aspiraciones de progreso repelen la posibilidad de encerrar al país de hoy en instantáneas fijas y rememoran la visión del venerado emperador Ly Thai To, quien aseguró haber visto, en el territorio donde se erige Hanoi, a un dragón ascender desde el río Rojo. Siglos después, el dragón y el fénix surcan juntos el cielo de una nueva Era para Vietnam.

Lo más destacado del parque de Hoa Binh (Paz) es el Monumento homónimo, con la imagen de una madre sosteniendo a su bebé en el hombro y una bandada de palomas siguiéndola