En un viaje de trabajo, Duc Tam pasó por una tienda de antigüedades, el dueñole presentó una campana antigua, y no perdió la oportunidad de poseerla. Desdeentonces, adquirió la afición de coleccionar y tocar campanas; adondequiera que iba, siempre volvía con campanas.
Conociendo su hábito, sus amigos también se las regalabandespués de sus viajes. Gracias a su pasión, durante más de 10 años, haconseguido muchos tipos de campanas de diferentes países como Vietnam, Francia,España, India, Japón, Tíbet...
“Una vez que visité una pagoda, después de conversar conel monje, comprendí que tocar campanas era escuchar sus sonidos; lospracticantes exitosos como el monje pueden adivinar el poder del que toca lascampanas después de escuchar sus sonidos. Me gusta comprar campanas viejasporque creo firmemente que en ellas sealmacenan perfectamente los valores deltiempo”, compartió.
Quizás la infancia de Duc Tam estuviera muy asociada conlas campanas de los autobuses recogiendo a los niños en la ciudad para ir aestudiar, o a las campanas de los vendedores de helados que recorrían lascalles.
Está dispuesto a ofertar un precio alto para comprarcampanas viejas de vendedores en las calles. A pesar de costarle mucho dinero, estátotalmente satisfecho con las piezas que ha llevado a su casa y piensa quenunca se convertirán en dinero.
Tal vez muchas personas se sorprendan al entrar en estapequeña habitación en el primer piso donde se cuelgan en la pared o se guardancuidadosamente en una caja de vidrio innumerables campanas de diversos tamaños y formas, todas registradascon el lugar y el momento de su compra. Hay campanas de más de medio siglo deantigüedad, incluso de miles de años.
Dentro de su colección, se destacan dos, una de lacultura Champa y la otra pequeña como lapalma de una mano; ambas se compraron respectivamente en Nha Trang y Hue. Legustó especialmente la campana que compró en una visita al mercado de antigüedades de Saigón, perteneciente a unsoldado estadounidense que luchó en el campo de batalla del sur en 1972.
Entre sus más de 200 campanas, resalta el gran número depiezas de origen europeo. Cada vez quetiene la oportunidad de viajar a Europa, siempre deambula por las tiendas deantigüedades a fin de buscar y comprar campanas, de las utilizadas para llamaral cajero en restaurantes, o colocadas en las puertas de casas, o para vacas yovejas en el campo…
Con su experiencia de más de 10 años de propietario decampanas antiguas de diferentes países, Duc Tam señala que estas se diferencianen sonidos y cada tipo de badajo lashace sonar de forma distinta. La queemite el sonido más alto no significaque es la mejor. Quien toca deberá tenerla mente tranquila para poder escuchar su sonido, porque en él converge la cultura única de cada país./.