La Habana (VNA)- El pequeño patio del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) en La Habana cobró vida de manera extraordinaria. Fotografías en blanco y negro, cartas amarillentas y objetos memorables parecieron despertar al mencionar la palabra “Vietnam”.
“Cada vez que hablo de Vietnam, mi corazón late de manera diferente”, confesó con una sonrisa cálida la directora de Asia-Pacífico del ICAP, Alicia Corredera.
En abril de 1975, ella era estudiante de idioma vietnamita en la Universidad de Hanoi.
En aquellos días finales de abril de 1975, una radio antigua en la residencia estudiantil internacional se convirtió en el pulso compartido de millones de corazones. Las transmisiones difundían sin cesar noticias sobre la “ofensiva relámpago” del Ejército de Liberación, intercaladas con las melodías épicas de “Avanzando hacia Saigón” y “Liberando el Sur”. Alicia recordaba vívidamente las miradas de los estudiantes vietnamitas - radiantes de esperanza, pero cargadas de emociones tras tres décadas de división nacional.
Llegó el día triunfal. Al mediodía del 30 de abril, la Voz de Vietnam anunció: “¡A las 11:30 horas, nuestras tropas entraron en Saigón, tomaron el Palacio de la Independencia! El general Duong Van Minh se rindió incondicionalmente. La bandera roja con la estrella dorada ondea en el techo del Palacio. ¡La Campaña Ho Chi Minh ha triunfado por completo!”.
“El aula estalló en abrazos conmovedores. Maestros y alumnos compartieron una sencilla tetera de té verde, cálido como la camaradería revolucionaria. No hacían falta palabras grandilocuentes - todos entendíamos que 'Vietnam es uno, el pueblo vietnamita es uno'”, rememoró.
Contagiados por el júbilo, estudiantes cubanos, soviéticos, búlgaros, polacos, rumanos y japoneses se tomaron de las manos bailando. “Gritábamos '¡Viva Vietnam! ¡Viva Ho Chi Minh!' en español, ruso y vietnamita. Sentíamos esa victoria como propia”, relató emocionada.
Un vehículo de la Brigada de Voluntarios “Ho Chi Minh” los trasladó a la Embajada cubana, donde celebraron en un salón decorado con banderas de ambos países. Pero el recuerdo más vívido fue la improvisada comparsa que organizaron alrededor del lago Hoan Kiem con guitarras, congas y trompetas.
“Los habaneros, aunque sorprendidos al principio por nuestros bailes, terminaron aplaudiendo al ritmo. Era el lenguaje universal de la alegría”, aseguró Alicia con una sonrisa y ojos brillantes.
“Esta victoria fue la epopeya del patriotismo vietnamita, que materializó el principio del Presidente Ho Chi Minh: “Nada es más precioso que la independencia y la libertad”, señaló.
Para Cuba, el 30 de abril no solo fue el triunfo de Vietnam, sino de todos los pueblos que luchan por la justicia, agregó.
Recordó las palabras de Fidel en 1966: “¡Por Vietnam estamos dispuestos a dar no solo nuestro azúcar, sino nuestra sangre!”. No era retórica: Cuba envió asesores militares, suministros médicos, y fue el primer país latinoamericano en reconocer al Gobierno Revolucionario Provisional de Vietnam del Sur (1969).
La victoria demostró el poder de la unidad nacional. En 1975, Vietnam era “un bloque de acero”: el Norte con el lema “Una mano para el arado, otra para el fusil” y el Sur mantenía tres frentes de combate coordinados. Durante la guerra de resistencia más de tres millones de vietnamitas murieron, miles de aldeas fueron destruidas, y millones aún sufren los efectos del Agente Naranja/dioxina.
Desde las cenizas de la guerra, Vietnam escribió un milagro: de país con hambruna en los 80 a estar entre los 5 mayores exportadores de arroz y convertirse en centro manufacturero electrónico global; de nación bloqueada a firmar 17 Tratados de Libre Comercio (TLC) con dos más en negociación; y además ha sido reconocido por las Naciones Unidas como ejemplo en reducción de pobreza.
“Vietnam es mi segunda patria”, afirmó Alicia. “Allí me formé como profesional. He dedicado mi vida a cultivar esta amistad, primero como Secretaria Ejecutiva de la Asociación de Amistad Cuba-Vietnam, y ahora en el ICAP”, acoró.
Como el río Rojo que fluye imparable al mar, la solidaridad cubano-vietnamita sigue escribiendo nuevos capítulos. Y en esa historia, hay personas como Alicia, que resultan ser puentes silenciosos entre corazones separados por medio planeta./.